domingo, diciembre 31, 2006

Decepciones



El atentado de ETA (?) en Barajas ha supuesto para algunos la confirmación de todos sus negros presagios. Me pregunto si alguien se habrá alegrado. La extrema derecha no ha tardado demasiado en pedir dimisiones y enfatizar la razón que tenían. Sin embargo, todos sabemos –incluso la AVT- que la solución del terrorismo no es exclusivamente policial o militar (¿no es Irak un buen ejemplo?). Aun así, el desgaste del adversario bien merece el autoengaño y la utilización política del terrorismo con el exclusivo fin de desestabilizar las instituciones. Hay partidos que son especialistas en estas tendencias suicidas cada vez que pierden unas elecciones que merecían ganar. Así está el mapa político español.

El panorama internacional no es mucho mejor. La confirmación de la pena de muerte para el sátrapa – al servicio de USA durante años- Saddam Husseim ha sido una noticia lamentable. Oía el otro día a un abogado que confiaba en la presión europea para evitar su aplicación. Creo que se ha pasado varios días sentado esperando, porque Saddam ya ha sido ajusticiado. Mientras Augusto Pinochet moría sin pisar la cárcel, Saddam ha visto cercenados todos los derechos humanos más básicos. Y que fuera un dictador sanguinario no justifica en absoluto el trato vejatorio. Saddam ha sido víctima de la sociedad del espectáculo y su detención y revisión propia de un veterinario fue rápidamente lanzada a la red global televisiva. Pero la cosa no queda ahí. Anoche lo ahorcaron y hoy a las tres ya hemos visto la secuencia de su ahorcamiento grabado con un teléfono portátil en baja calidad como tanto le gusta la televisión amarilla. Espectáculo lamentable que no mejora en nada el mundo y que nos empeora a todos un poco más. mono 2

miércoles, diciembre 27, 2006

Derecho de familia


El cineasta Daniel Burman planteaba en su atractiva penúltima película, El abrazo partido (2004), la ausencia de una separación, la ruptura de un encuentro postergado entre un hijo y su padre. Sencillo y claro, no exento en ocasiones de cierto aire melancólico, el filme mostraba el ecosistema de un grupo de ciudadanos entrelazados por la presencia física de un pasaje comercial que adquiría categoría de personaje principal. Una comunidad judía que reparte su tiempo entre el comercio incesante y las relaciones próximas de sus conciudadanos; un modo difícil de discernir dónde empieza la amistad y dónde termina el negocio que lo posibilita (o viceversa). La figura del padre ausente se reivindicaba como una letanía que acaba siendo, hacia el final, el símbolo partido.
En su última película Derecho de familia (2006) la paternidad se bifurca en un doble sentido, o mejor, es analizada desde un punto intermedio entre tres generaciones. El personaje principal Ariel (interpretado por Daniel Hendler, alter ego del director) dedica una atención especial a su único hijo, quien va creciendo durante el transcurso de la película, mientras se va separando indirectamente de su propio padre. Ambos adultos son abogados. El padre se dedica a la abogacía activa, casos y juicios, y el hijo da clases en la Universidad y ejerce de oficio. Dos modos de entender una profesión que alcanza en esta ocasión la noción de símbolo. La atención de Ariel hacia su hijo es un reflejo, o un relevo generacional, de la que recibe él de su padre. Sólo el tiempo y la diferencia de educación en sus diferentes contextos convierte la de su padre en distante y la de su hijo en próxima. ¿Se tornará ésta, a su vez, distante con los años? En cualquier caso, el acercamiento que realiza el padre hacia Ariel coincide con el deterioro y posterior rehabilitación del edificio donde éste tiene su oficina. No intuye ningún cambio.
La voz en off del narrador Ariel acentúa la proximidad sin desvirtuar ni cargar la historia. Un presencia que se vuelve ausente frente a una ausencia permanentemente visible... Dos filmes como ambos platillos de una balanza que se mantiene estable, por más que el del 2004 lograba mejor aún sus cometidos. mono4

lunes, diciembre 18, 2006

Editorial Nieves


Recibimos el sábado pasado el pedido realizado a la editorial suiza Nieves (www.nieves.ch), especializada en publicaciones de creación con un toque de distinción muy pijo y muy esnob que a los esnobs y pijos con un punto de fetichismo revistero nos encanta. V. y T. se hicieron sus encargos y yo el mío, que incluía Tokyo and my daugther, de Takashi Homma, An story de Holly Stevenson y la revista Here and There #5, publicada en inglés y japonés. Más allá de los contenidos de ésta, a los que todavía no les he dedicado mucha atención, las otras dos adquisiciones son netamente visuales. Fotografías en el caso del japonés y dibujos en el de la neoyorkina. Lo interesante de estas publicaciones elitistas (pese a su aparente concepto alternativo) es la sensación que ofrecen de conocer una faceta no usual del arte y no usual de las publicaciones y conseguir fusionar ambas. No dudo que hay bastantes editoriales, especialmente en Centroeuropa y Estados Unidos, que siguen esta misma senda. Lo que queda patente es que Nieves lo hace con esmero y consciente que lo que hace, más allá de otra complicación, crea escuela. Una sensación de que las cosas hechas con cuidado, parece que también con tiempo y dedicación, rezuman frutos incluso por las costuras invisibles de una encuadernación de precisión suiza, que puede ser simplemente un cuadernillo grapado. Pero creo yo que la oferta de Nieves engancha también por la delicada presentación de su página web y, en especial, por las imágenes que muestran parte de los contenidos de las publicaciones: llegar a la belleza por la sencillez. El principal problema de esto es que crea adicción. La devoración inmediata de sus contenidos visuales te deja con la sensación de faltarte algún plato de la comida... y no puedes dejar de picar. mono4

lunes, diciembre 04, 2006