sábado, mayo 16, 2009

ELEFTHERIA ARVANITAKI: HUMANA, PRECIOSAMENTE HUMANA

La voz humana forma parte de los sonidos más fascinantes del mundo. Cuando hoy en día nos tropezamos con alguien que tiene una voz especial nos llama enseguida la atención. Cuando una voz se pone a cantar algo mágico ocurre. Por eso no es de extrañar que busquemos en los cantantes un refugio que nos reconcilie con nosotros mismos y con la vida cuando ésta nos aflige. Hay muchos cantantes que tienen una voz hermosa, pero muy pocos consiguen con su voz hacernos soñar, evocarnos una realidad perdida o sentir nostalgia por tiempos, lugares y personas no conocidos. Hace no mucho tiempo era importante que un cantante tuviera una voz con personalidad. Entonces uno podía enamorarse de las voces de Billie Holiday, Yves Montand o Joao Gilberto. Pero desde los 70 hasta ahora no parece que esto sea ya así. Una de las raras excepciones en que esto sigue ocurriendo es con la cantante helena Eleftheria Arvanitaki. Desde hace ya muchos años Eleftheria Arvanitaki tiene una fructuosa relación con España. Ahora ha vuelto a los escenarios españoles para, entre otras cosas, presentar su último disco, “Mírame”, en donde el mestizaje de músicas de diferentes procedencias tiene una particular resonancia gracias a la participación española de Javier Limón y la cómplice colaboración de la cantante Buika. El nuevo disco, pues, supone un paso más en la apertura a otras culturas sin renunciar nunca a sus raíces griegas. El día 11 de mayo tuvo lugar su concierto en Madrid. Con unos músicos muy jóvenes y muy bien preparados, y con una sobria y elegante puesta en escena (que se vio un tanto dañada por unas más que discutibles condiciones técnicas de sonido en el teatro en el que se presentó) Eleftheria conquistó el corazón de los allí presentes, que le dedicamos una amplia y cariñosa ovación puestos en pie al final de la velada. Una vez más supo calentar el ambiente y venciendo la frialdad inicial consiguió transmitir su arte hasta la explosión final de sentimientos. El repertorio, maravillosamente escogido y montado, unía algunos de sus temas más conocidos y tradicionales con cinco canciones de su último álbum. Habría que citar cada canción para rememorar el regalo que cada una de ellas suponía, pero me quedo con la impresionante (una vez más) versión de “To parápono”, el maravilloso poema de Odysseas Elytis y la sensible música de Dimitris Papadimitriou que lo acompaña, a la que ella le otorga un valioso sentido de humana solemnidad. Para mí, la voz de Eleftheria Arvanitaki aúna sabiamente el sustrato griego del que nace, junto a una vocación universal de mezcla popular basada en otras tradiciones y, finalmente, una delicada fortaleza individual que le proporciona la base de su personalidad. Mientras la veía desde mi butaca, con su presencia curtida en toda una vida dedicada a la canción, con su maestría escénica, con su excepcional voz, podía ver también a una niña que mientras pasea sus pies descalzos por la orilla del mar, refrescándose sus pies con el agua de las pequeñas olas que llegan hasta ella, mira hacia el amplio horizonte azul, donde el sol y la luna bailan una danza milenaria. Pensé entonces que su voz no es la voz de las sirenas, hermosa pero terrible para hacer naufragar a Ulises y a otros marineros, sino la voz de una amiga que dulce pero sin titubeos te acerca a la costa. Eleftheria Arvanitaki no es simplemente una diva, como se suele decir, ni solamente una cantante de bella voz, ni siquiera es solamente una gran cantante, epítetos que a costa de repetirse publicitariamente se han degradado...su voz es la voz de una amiga, de una hermana, de una amante, de una compañera, aunque en todo momento sientes que tiene la voz de una mujer que se sabe libre y seductora. En todos sus registros mantiene la pasión y la compasión del sujeto que mira soñadoramente, y te hace sentirte a su lado, como si te hablara con susurros, como si te confiara los secretos más antiguos y ancestrales. Y entonces da igual que la canción sea la más alegre y festiva o la más triste y melancólica. Percibimos el trabajo continuo de modulación que hace su voz como la vemos sudar en el escenario, entregarse a sus oyentes en comunión, siempre sigá sigá, esto es, a su ritmo, poco a poco, dulcemente. Por eso, al final del concierto ya estás enamorado de ella, de su mirada intensa, de su invitadora sonrisa, de sus gestos gráciles y enérgicos de griega eterna. Y ya no puedes pensar en otra cosa que en volver a casa, poner su música, cerrar los ojos y revivir con ella, escuchándola una y otra vez, la vida soñada de los humanos. Efxaristw polí, Eleftheria... mono 5

1 comentario:

Anónimo dijo...

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