martes, mayo 29, 2007

Eva Dénia, clavo y canela

La bossa-nova fue un movimiento inolvidable que, como la chanson francesa, llevó a categoría universal el gesto de dos amantes, las calles y las playas donde juegan los niños, las penas y las alegrías de seres corrientes, los objetos y los eventos telúricos que nos acompañan en la vida cotidiana. Una poesía musical y verbal, popular y canalla, comprometida y solidaria, sensual y amorosa, que ya es todo un referente para aquellos intérpretes y compositores que no quieren dedicarse a una bana superficialidad, y que todavía sirve para dejar claro que la crónica cantada, sentimental y social, no excluye la búsqueda de la palabra poética justa, del acorde y la melodía apropiados para reflejar la emoción que necesita ser expresada.

Todo esto viene a cuento porque el 26 de Mayo de 2007, en el TEM (Teatre El Musical) del Cabanyal-Canyamelar, los escasos asistentes a un concierto de recuperación de la bossa-nova (tal y como la concibieron artistas de la talla de Tom Jobim, João Gilberto o Chico Buarque), tuvimos la suerte de contemplar cómo sobre el escenario tomó forma de nuevo ante nuestros ojos y oídos, y nos convertimos en cómplices conmovidos con la presencia musical recorriendo nuestra piel, haciéndonos temblar con cada onda de verdadero sentimiento, reconocible y cercano en nuestras propias existencias.

La formación que hizo posible el hechizo, un recital en el que la mayoría de los temas estaban adaptados al catalán sin perder su gracia tropical profunda, estaba compuesta por 3 músicos de hondo talento (Manuel Hamerlinck a la guitarra, Toni Belenguer al trombón y Josep Peris al violonchello), y por la sabia y tranquila voz de la cantante, Eva Dénia. Dentro de un estilo comparable al de Astrud Gilberto y Elis Regina, su cadencia vocal minimalista, que la convertía en un instrumento más, era capaz de crear ritmos lentos llenos de sufrimiento o livianidad, pero siempre con la fragilidad requerida para que incluso los momentos de alegría pudieran ser disfrutados de forma intimista, próxima y tierna, sin renunciar por ello a la explosión de celebración vital propia de la música brasileña.

Una actuación de alto nivel que los que tuvimos la suerte de conocer guardaremos en la memoria. La falta de una audiencia más mayoritaria, de los medios de comunicación, de prensa especializada, de melómanos de pro, de fans de la música brasileña, de un público sensible en general, no nos quitará la ilusión, aunque después de escuchar unos versos tan evocadores algunos amigos acabáramos la noche tristemente en un Black Note donde el grupo La Costa Brava cantaba La vida sigue igual y coreaba un estribillo que decía algo así como Sha-la,la,la,la, claro que sí, sha-la,la,la,la...

Como despedida de la velada nos regalaron la canción Chega de saudade, música de Tom Jobim, letra de Vinicius de Moraes, cuya grabación en 1.959, dentro del álbum de mismo título, por João Gilberto supuso el inicio del movimiento de la bossa-nova. ¿Un final que podría ser un nuevo comienzo? mono 2

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