jueves, marzo 20, 2008

EL CONGRESO SE DIVIERTE

La Asociación Española de Historiadores de Cine (AEHC), capitaneada por Julio Pérez Perucha, celebró un congreso entre el 6 y el 8 de marzo del año en curso en Castellón, con sede en la Universitat Jaume I, para reflexionar, entre otras cosas, sobre los años 60 y las rupturas de la modernidad en España. En la última mesa de debate fueron invitados a participar los cineastas Francisco Regueiro, José Luis Borau, José María Nunes, Jordi Grau, Julio Diamante, Eduardo Ducay y Juan Mariné. El primero en hablar fue Regueiro, que en tan sólo tres frases desmontó el debate al negar que la modernidad existiera en su obra, o que le interesara lo más mínimo. Los demás cineastas siguieron su ejemplo. José María Nunes, el más radical, atacó a la Universidad como forma de educación clasista y dejó claro que lo que había oído durante el Congreso no le había interesado nada, ya que lo esencial cinematográfico no había pasado por allí ni por asomo. José Luis Borau, más conciliador, no pudo evitar decir que el propio vocablo de "modernidad" no le gustaba. Jorge Grau, se sumó al carro y no dejó de echar balones fuera. Eduardo Ducay defendió el concepto de cine antiguo frente al de cine moderno. Julio Diamante y Juan Mariné se desmarcaron del lema del congreso y contaron jugosas experiencias personales. La respuesta del moderador de la mesa, Pérez Perucha, fue la del contraataque. Ironizó con dureza contra sus invitados de honor, les llamó al orden, cuando ellos se comportaron con una elegancia que el propio Pérez Perucha no supo tener, y les acusó, en pocas palabras, de haberse cargado el congreso al no dar respuesta a lo que se supone debían referirse, la modernidad.

Pero nada más lejos de la realidad. La mesa en la que participaron estos cineastas demostró varias cosas. Ya es sabido por todos la enorme brecha que hay abierta entre cineastas y críticos, entre la praxis y la teoría fílmica en este país. Pero aquí resultó del todo manifiesta. A pesar de que a estos 7 magníficos cineastas invitados se les reconoce una trayectoria, los historiadores de cine se rebotaron contra ellos, solamente porque no escucharon lo que querían oír. Pero ellos hablaron claro: no se sentían identificados con ninguna modernidad cinematográfica. No es que no hablaran del tema propuesto, es que lo hiceron como no se esperaban los organizadores del evento. Y eso les molestó. Estos históricos abuelitos demostraron estar más vivos y lúcidos que aquellos que pretendieron convertirlos en invitados de piedra. Y lucieron más elegancia y sabiduría que Javier Marzal y el propio Pérez Perucha cuando ya en la clausura volvieron a incidir sobre el mal sabor de boca que les había dejado la mesa de debate que, a mi entender, resultó ser una grata sorpresa por la rebeldía que nos ofrecieron ejemplarmente estos significativos autores de nuestro cine. Creo que cuando la teoría se intenta imponer sobre la experiencia y la praxis, y no parte de ella, se acaba en un profundo dogmatismo. También creo que los organizadores no estuvieron a la altura porque no supieron (ni quisieron) escuchar lo que estos hombres de cine les decían, e intentar articular un discurso a partir de ellos, en vez de elegir el silencio y la confrontación de manera egocéntrica y prepotente. Además, en cualquier caso, si no querían escuchar este discurso, igual tendrían que haber invitado a otros cineastas, más proclives o más sumisos, lo que sigue siendo un fallo de los organizadores y no de los invitados que finalmente trajeron.

Los teóricos y críticos españoles tendrán que reflexionar mucho sobre el papel que están jugando en el cine, liberarse del oficialismo y academicismo en el que se encuentran, y no acabar en las ínfulas y malas maneras del cahierismo francés y español que emerge ahrora con fuerza por estos pagos. Para mí, Julio Pérez Perucha y la AEHC deberían disculparse por su actitud en aquella mesa de debate, y tendrían que sacar adecuadas conclusiones. Por ejemplo, reconocer que pese a los organizadores, los asistentes al congreso se divirtieron inteligentemente aquella tarde, como posiblemente no lo había hecho durante el resto de la semana. ¿No sería esto ya un principio? mono 5

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